La Crisis de Representación

En la política argentina

Mundo14 de enero de 2025
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La crisis de representación política se profundiza en Argentina con los años. Es un momento para repensar y  abordar cuestiones fundamentales relacionadas con la crisis de representación y los procesos de mediación entre la sociedad civil y el Estado en un contexto de transformaciones políticas profundas, donde emergen nuevos actores, nuevas demandas y nuevas formas de relación política. 

Las nuevas formas de mediación entre la sociedad civil y el Estado a nivel local, regional y subnacional tienden a ser menos jerárquicas y más horizontalizadas. En muchos contextos, los movimientos sociales, los liderazgos personales y los activistas tienen una relación más directa con las comunidades que los partidos tradicionales. Esto se ve reflejado en el aumento de la nuevas identidades, donde la ciudadanía se organiza según intereses particulares, como género, etnia, religión o clase. A nivel local, esta mediatización se realiza a través de mecanismos como asambleas comunitarias, foros abiertos, redes sociales, y plataformas de participación directa. En contraste, el Estado local o subnacional puede responder de manera más flexible a estas demandas debido a una proximidad más cercana a los problemas y las expectativas de los ciudadanos, pero también puede verse desbordado ante la multiplicidad de identidades y reclamos.

Los poderes ejecutivos a nivel local y regional suelen lidiar con la crisis de representación mediante la diversificación de los canales de comunicación y la búsqueda de una mayor cercanía con las demandas sociales. En muchos casos, los ejecutivos locales o regionales recurren a la desformalización de los mecanismos de representación política, buscando formas de intermediación directa con la sociedad mediante encuentros informales, consultas populares o la utilización de tecnologías digitales para llegar a un público más amplio y heterogéneo. Sin embargo, también enfrentan tensiones en la medida en que tienen que negociar con actores nacionales, que a menudo no comparten los mismos intereses ni la misma percepción de las demandas sociales.

Los procesos de conflictividad política en el nivel local pueden ascender al nivel nacional bajo ciertas condiciones, como la convergencia de demandas de múltiples territorios, la visibilidad mediática del conflicto, o cuando la crisis local refleja una problemática estructural más amplia que resuena con una gran parte de la población. La escalada de conflictos depende también de la capacidad de los actores locales de articular sus demandas de manera transversal, encontrando puntos de conexión con otros movimientos nacionales. Además, las dinámicas de polarización o las crisis de gobernabilidad a nivel subnacional pueden servir como detonantes de movimientos que trascienden lo local y adquieren un carácter nacional, especialmente en contextos de debilidad institucional o falta de legitimidad del Estado.


Las élites políticas locales se ven fuertemente desafiadas por la emergencia de nuevas formas de representación, especialmente por el avance de los líderes personales y los movimientos de base. Estos nuevos actores no dependen de las estructuras tradicionales de los partidos, lo que pone en cuestión la centralidad de las élites políticas establecidas. A menudo, las élites locales intentan cooptar estas nuevas formas de representación, ya sea incorporando los reclamos de los movimientos o tratando de adaptarse a los nuevos líderes populares. Sin embargo, en algunos casos, las élites tradicionales se ven desplazadas y enfrentan dificultades para mantener su poder y autoridad frente a un electorado cada vez más segmentado y movilizado.


En un contexto de crisis política y de representación, las relaciones entre el centro y las periferias tienden a volverse más complejas. A nivel subnacional, las periferias pueden empezar a exigir mayor autonomía o a disputar la legitimidad del poder central, especialmente si perciben que el Estado central no responde adecuadamente a sus necesidades o demandas. Los movimientos regionales o locales pueden asumir una postura más confrontativa, tanto con respecto al centro político como con respecto a los partidos tradicionales, en busca de un modelo de gobernanza más inclusivo o descentralizado. Además, la polarización creciente en el escenario nacional puede amplificar las tensiones entre el centro y las periferias, generando movimientos de separación, autonomismo o incluso secesión en casos extremos. Al mismo tiempo, el poder central puede intentar consolidar su control sobre las regiones a través de políticas de cooptación, descentralización dirigida o reforzando la figura de los líderes locales afines a su proyecto político.


En este nuevo escenario de crisis de representación y mutaciones permanentes, los actores políticos a nivel local, regional y subnacional deben enfrentarse a un contexto de creciente fragmentación, donde los partidos políticos tradicionales pierden centralidad y surgen nuevas formas de liderazgo y de mediación política. El Estado, en su estructura nacional, ya no puede ser considerado como el único actor que marca la pauta en la política. Las dinámicas de conflicto, la emergencia de nuevas formas de representación y las tensiones entre el centro y las periferias modifican sustancialmente las relaciones políticas y desafían las formas tradicionales de mediación entre la sociedad civil y el poder estatal. Las respuestas de los actores políticos deben ser flexibles, adaptándose a un contexto cada vez más plural y fragmentado, en el que las demandas particulares y la crisis de representación no pueden ser ignoradas.

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