Tinder: de revolución amorosa a red cuestionada por estafas y relaciones vacías

MundoAyer
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Cuando Tinder irrumpió en el mundo digital en 2012, prometía revolucionar las relaciones humanas. Era una plataforma que rompía con la timidez, eliminaba la incomodidad del rechazo y colocaba el amor –o al menos, una cita interesante– al alcance de un simple deslizamiento del dedo. Sin embargo, más de una década después, la imagen de Tinder como "cupido digital" se ha ido desdibujando, dando lugar a una percepción cada vez más sombría.

De app de citas a ecosistema de intereses
Tinder nació como una red para encontrar parejas potenciales, pero su evolución ha sido ambigua. Con el tiempo, se convirtió también en un espacio para forjar amistades, buscar encuentros ocasionales e incluso establecer contactos laborales informales. No obstante, en esa expansión, ha florecido un terreno fértil para perfiles falsos, relaciones superficiales e interacciones marcadas por el interés económico más que emocional. Un espacio para pedigueñas y pedigueños. Muchas usuarias y usuarios reportan que el algoritmo privilegia la visibilidad de quienes pagan, haciendo que las conexiones orgánicas se vuelvan cada vez más difíciles. A esto se suma una creciente presencia de "estafadores románticos", personas que se presentan con identidades falsas, construyen vínculos emocionales y luego intentan manipular a sus víctimas para obtener dinero.

Estafas, bots y perfiles dudosos
El auge de perfiles falsos, manejados por bots o por estafadores profesionales, se ha convertido en uno de los principales problemas de la plataforma. Desde soldados que “no pueden usar videollamada”, hasta empresarios atrapados en un país extranjero pidiendo ayuda urgente, las historias de fraude se repiten con una frecuencia alarmante.

Además, existen denuncias de lo que muchos llaman "mujeres pedigüeñas": usuarias que entablan conversación solo para solicitar favores económicos, transferencias, regalos o invitaciones costosas, bajo el disfraz de un interés afectivo. Este fenómeno no solo empaña la experiencia de quienes buscan una relación sincera, sino que mina la credibilidad del servicio. La red expone falta de transparencia.  Tinder ha sido cuestionada por su aparente ineficacia a la hora de moderar este tipo de conductas. Las herramientas de reporte y bloqueo, aunque presentes, rara vez derivan en acciones contundentes. La empresa madre, Match Group, ha prometido mejorar sus sistemas de verificación de identidad, pero la realidad en muchos mercados sigue siendo laxa. A esto se suma el uso de algoritmos opacos que, según expertos en tecnología, manipulan la exposición de los perfiles en función del gasto del usuario en la app, generando una especie de “mercado de citas” donde quienes más pagan, más ven y son vistos.

¿El fin de la era Tinder?
Si bien Tinder sigue siendo una de las apps más descargadas del mundo en su categoría, su reputación está en caída. La desilusión de los usuarios, que se sienten usados o manipulados por el sistema, ha llevado a muchos a migrar hacia aplicaciones más pequeñas, con un enfoque más selectivo y humano. El modelo de “match instantáneo” parece agotarse. Lo que una vez fue una promesa de conexión rápida y sencilla se ha convertido, para muchos, en un espacio de ruido, desconfianza y desencanto. Mientras Tinder intenta rediseñarse para sobrevivir a la crisis de reputación, el amor digital exige nuevas reglas: más autenticidad, menos algoritmos, y sobre todo, relaciones menos desechables.

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