Patagonia en pie de lucha: De Gastre y Esquel a los nuevos conflictos socioambientales en Argentina

Ayelen Dichdji CIC/CEAR-UNQ

Actualidad15 de octubre de 2024
Foto Ayelen

Las movilizaciones de Esquel y Gastre en defensa del ambiente dejaron huella en la historia argentina. Hoy, décadas después, sus luchas se conectan con nuevos movimientos que enfrentan a la megaminería y al avance de proyectos extractivos en todo el país. Los casos de Esquel y Gastre marcaron un antes y un después en la resistencia socioambiental de Argentina. A 20 años de las movilizaciones que frenaron la minería y la instalación de un basurero nuclear, nuevas protestas surgen en provincias como Mendoza y Catamarca, mostrando la continuidad de la lucha por la defensa de los recursos naturales.

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Entre 1980 y 2003, las localidades patagónicas de Gastre y Esquel, en Chubut, protagonizaron dos de los conflictos socioambientales más emblemáticos deArgentina. En Gastre, la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) intentó instalar un basurero nuclear; mientras que en Esquel, la megaminería amenazaba con explotar un yacimiento de oro a cielo abierto. Ambos proyectos generaron una intensa movilización popular, sentando las bases de la resistencia ambientalista en el país.
En Gastre, el proyecto de un repositorio nuclear propuesto en 1986 sin consulta a la comunidad despertó una  reacción inmediata. El Movimiento Antinuclear de Chubut (MACH) organizó protestas que paralizaron la iniciativa durante años. Sin embargo, en 1996, el Congreso Nacional aprobó nuevamente la instalación del basurero, lo que llevó a una escalada en las movilizaciones. Gastre se convirtió en un símbolo de resistencia, consolidando la lucha ambiental en Argentina.

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En Esquel, la comunidad se enfrentó en 2002 a la empresa canadiense Meridian Gold, que pretendía extraer oro utilizando cianuro. Los vecinos, organizados en la Asociación de Vecinos Autoconvocados de Esquel (AVAE), impulsaron un plebiscito en 2003, donde el 81% de los votantes rechazó el proyecto minero. Esquel se transformó en el ícono del “No a la Mina”, una consigna que se mantiene vigente y que sigue inspirando movimientos socioambientales en todo el país.

Hoy, más de 20 años después, estas luchas resuenan en nuevas movilizaciones contra proyectos extractivos en distintas regiones de Argentina. En Mendoza, por ejemplo, las protestas de 2019 contra la modificación de la Ley 7722 —que protegía el uso del agua frente a la minería— movilizaron a miles de personas en defensa de los recursos hídricos. La presión social logró revertir los cambios en la ley, replicando la victoria obtenida por Esquel dos décadas atrás.

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Otro caso similar se vive en la provincia de Catamarca, donde la resistencia al proyecto minero de Agua Rica (MARA) recuerda las luchas patagónicas. Este emprendimiento, que promete generar empleo y desarrollo, ha generado preocupación entre los pobladores de Andalgalá, que temen por la contaminación de los ríos y el impacto sobre la biodiversidad local. Al igual que en Esquel, los vecinos de Catamarca se han organizado en asambleas y movilizaciones pacíficas, con una resistencia sostenida en el tiempo.
Las conexiones entre estos conflictos socioambientales demuestran la persistencia de un modelo extractivo que sigue chocando con las demandas de las comunidades locales. Las luchas de Gastre y Esquel, si bien fueron pioneras, no lograron erradicar el avance de los intereses mineros, energéticos y agrarios en Argentina. Sin embargo, sí dejaron una herencia importante: la capacidad de organización y resistencia pacífica que sigue vigente en movimientos como el de "El Algarrobo" en Andalgalá o la Asamblea Mendocina por el Agua Pura" en Mendoza.

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La megaminería, la explotación petrolera y el uso de agrotóxicos son hoy los ejes de las nuevas batallas ambientales que, al igual que en Gastre y Esquel, despiertan el interés de la opinión pública y la cobertura de los medios. Diarios como Clarín y La Nación nuevamente se hacen eco de estos conflictos, aunque muchas veces repiten las narrativas que ocultan los intereses económicos y políticos que subyacen a los proyectos extractivos, desviando la atención hacia los beneficios económicos y minimizando los riesgos ambientales.
A pesar de los desafíos, la historia de Gastre y Esquel muestra que la movilización ciudadana puede detener o, al menos, moderar el avance de proyectos que ponen en peligro los recursos naturales. Las nuevas generaciones de activistas retoman esas banderas, luchando por un modelo de desarrollo que priorice el cuidado del ambiente y la calidad de vida de las comunidades.

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