Estabilidad, crecimiento y equidad

El debate que atraviesan las sociedades modernas

GeneralAyerSergio QuirogaSergio Quiroga
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En el corazón de las discusiones económicas más importantes de las últimas décadas persiste una pregunta crucial: ¿cómo deben ordenarse las prioridades del desarrollo? ¿Primero estabilizar y crecer, y recién después distribuir? ¿O más bien integrar desde el principio políticas de equidad como parte esencial del proceso? Este debate, que atraviesa instituciones, gobiernos y organismos internacionales, sigue definiendo el rumbo económico de buena parte del mundo. Hoy, sin embargo, la discusión está lejos de ser binaria: la evidencia reciente sugiere una tensión compleja entre estabilidad macroeconómica, crecimiento sostenido y justicia social.

Por otro lado, la economía es una ciencia social porque su objeto de estudio es el comportamiento humano en sociedad, un fenómeno complejo, influido por valores, contextos históricos y expectativas subjetivas, que no puede ser reducido a leyes universales e inmutables como las de la física. Su grandeza y su desafío radican precisamente en intentar aplicar el rigor científico a la compleja y siempre cambiante naturaleza humana. Su objeto de estudio son las acciones, decisiones e interacciones de las personas individuales y colectivas dentro de sistemas sociales complejos. Esto la sitúa directamente en el ámbito de las ciencias sociales, junto con la sociología, la psicología, la antropología y la ciencia política.

La pregunta que guia este articulo es si se puede estabilizar, crecer y distribuir al mismo tiempo en una economia como Argentina o si es - como indica la ortodoxia economica liberal es si primero hay que estabilizar una economia inflacionaria para luego crecer y desarrollarse y posteriormente distribuir equitativamente.

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El Enfoque Secuencial. “Primero Estabilizar y Crecer, Luego Distribuir”
Esta postura, tradicionalmente asociada con visiones ortodoxas o neoliberales, sostiene que ningún país puede aspirar a un desarrollo sostenible sin bases macroeconómicas sólidas. En esta lógica, distribuir antes de tiempo no solo es imprudente, sino contraproducente.

Una carga tributaria elevada para financiar la redistribución puede desalentar la inversión, el ahorro y el emprendimiento. Si la “torta” no crece, insisten sus defensores, no hay qué repartir.  La hiperinflación o las crisis de balanza de pagos destruyen el ahorro y la planificación, afectando especialmente a los más vulnerables. Para esta visión, sanear primero la economía es indispensable. El llamado trickle-down economics plantea que el crecimiento generado en sectores de altos ingresos se “gotea” eventualmente hacia el resto de la sociedad. No obstante, esta teoría ha sido ampliamente cuestionada por estudios empíricos recientes.


Economistas y corrientes representativas
Escuela de Chicago (Milton Friedman). Defendió la estabilidad monetaria como pilar fundamental y una intervención estatal mínima. Propuso mecanismos focalizados, como el impuesto negativo a la renta, para atender a los sectores rezagados.
Consenso de Washington (John Williamson). Conjunto de políticas aplicadas ampliamente en América Latina en los 80 y 90. Su lógica secuencial era clara: disciplina fiscal y liberalización para estabilizar; privatización y desregulación para crecer. La redistribución era vista como una consecuencia natural del proceso.
Economistas neoclásicos. Para estos modelos, la acumulación de capital y el avance tecnológico impulsan el crecimiento. Intervenciones redistributivas intensas distorsionarían los precios relativos, perjudicando la eficiencia y el desempeño a largo plazo.
 
El Enfoque Integrado: Equidad como Parte del Desarrollo, No Como Resultado
En la vereda opuesta, corrientes heterodoxas y estructuralistas plantean que la equidad no puede esperar. Ignorar la distribución del ingreso mientras se estabiliza la economía no solo es socialmente problemático, sino económicamente ineficiente. Una mejor distribución expande el mercado interno: quienes menos tienen tienden a consumir más cada peso adicional, activando la demanda y estimulando la inversión. Políticas redistributivas que financian educación, salud o nutrición elevan la productividad laboral y fortalecen el desarrollo a largo plazo.La desigualdad extrema alimenta conflictos sociales  e incertidumbre institucional, desalentando la inversión. La equidad, así entendida, también es estabilidad.  La evidencia muestra que el crecimiento no se distribuye automáticamente. Sin políticas activas, los beneficios tienden a concentrarse en las élites, perpetuando la desigualdad.

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Economistas y corrientes representativas
Desarrollistas y estructuralistas (Raúl Prebisch, CEPAL), señalaron que la estructura productiva desigual de América Latina generaba inequidades que no se corregirían solas. Propusieron industrialización, fortalecimiento del mercado interno y políticas redistributivas.
John Maynard Keynes explico que su teoría de la demanda agregada plantea que salarios más altos y políticas que fortalecen el consumo masivo pueden ser motores del crecimiento. Joseph Stiglitz, un crítico del Consenso de Washington, sostiene que la liberalización excesiva sin regulación adecuada aumenta la desigualdad y debilita el crecimiento. Propone un enfoque de desarrollo que integre equidad y estabilidad. Amartya Sen con su concepto de “desarrollo como libertad”, enfatiza que ampliar capacidades —educación, salud, oportunidades— es simultáneamente un medio y un fin del desarrollo.

En la idea de una economia institucionalista se considera que el marco democratiico e  institucional el poder publico determina quién accede a recursos y oportunidades, donde la distribución es un elemento estructural, no un resultado tardío.
 
Hacia un Consenso Moderno: Interdependencia, No Secuencial
Las experiencias recientes, desde crisis financieras hasta procesos de reducción de pobreza, han impulsado una visión más matizada. La mayoría de los economistas actuales coinciden en que ni la estabilidad ni la equidad pueden ser relegadas. La estabilidad macroeconómica es un bien público esencial. Sin control de la inflación o sin responsabilidad fiscal básica, el desarrollo es inviable. El crecimiento sin equidad es insostenible. La desigualdad extrema erosiona las instituciones, estanca la productividad y genera tensiones sociales que terminan afectando la economía real.

La visión predominante hoy busca políticas que integren estabilidad, crecimiento y equidad desde el diseño, generando un desarrollo inclusivo y sostenible. Esto incluye una política fiscal inteligente. No solo austeridad, sino tributación progresiva y gasto público eficiente en áreas que generan crecimiento y redistribución simultáneamente, Instituciones fuertes. Estado de derecho, competencia efectiva, transparencia y lucha contra la captura del Estado por élites. y protección social y mercado laboral activo. Redes que aseguren que los beneficios del crecimiento alcancen a todos los sectores.
 

El viejo debate entre “primero crecer y luego distribuir” versus “crecer distribuyendo” ya no se sostiene en términos absolutos. El pensamiento económico contemporáneo entiende que estabilización, desarrollo y equidad son procesos profundamente interconectados. Las políticas públicas modernas, lejos de elegir entre crecimiento o igualdad, buscan que cada uno sea motor del otro, creando economías más estables, productivas y justas. Una agenda de desarrollo verdaderamente sostenible solo puede construirse integrando estas tres dimensiones desde el inicio.

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