Ficha Limpia: La falta de ética y el juego dentro de La Libertad Avanza

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La caída del proyecto de ley de Ficha Limpia en el Senado argentino ha encendido las alarmas en el ámbito político y entre los ciudadanos que exigen una mayor integridad en la función pública. Lejos de tratarse de un simple traspié legislativo, lo ocurrido expone serias contradicciones y una preocupante falta de ética en el interior del partido La Libertad Avanza (LLA).

Dos nombres surgen con fuerza como responsables directos de este revés legislativo: el jefe de la bancada de senadores de LLA Ezequiel Atauche y el armador político Carlos Rovira de la provincia de Misiones. Ambos operadores clave, en lugar de consolidar acciones en favor de la transparencia, optaron por maniobras ambiguas, negociaciones oscuras que aun se desconocen y declaraciones públicas que poco aportan a la claridad institucional que tanto pregonan.

El proyecto de Ficha Limpia, impulsado por organizaciones civiles y acompañado por sectores diversos del espectro político, proponia impedir que personas condenadas por delitos de corrupción accedan a cargos públicos. A pesar del apoyo social evidente, la bancada libertaria, que en campaña proclamaba la necesidad de una "casta política más ética", decidió dar marcha atrás o simplemente dos senadores aliados, sorpresivamente se ausentaron de la votación provocando la caída del proyecto.

El jefe de la bancada oficialista en el senado Ezequiel Atauche, que debería haber alineado a sus legisladores con un principio básico de lucha contra la corrupción, se excusó con declaraciones evasivas sobre "errores en el procedimiento" y "falta de consensos técnicos", dejando en evidencia la debilidad del liderazgo interno y la falta de compromiso con los valores que dijeron representar.

Por su parte, el armador de Misiones —provincia donde LLA pretendía consolidarse como una fuerza emergente— aparece como uno de los actores que operó para desarticular los apoyos al proyecto, en lo que varios legisladores han calificado, fuera de micrófono, como “una jugada de presión política de sectores conservadores del partido”.

La contradicción es alarmante: el mismo espacio que acusó durante años a la política tradicional de prácticas corruptas, hoy cae en los mismos vicios, protegiendo posibles futuros candidatos con antecedentes judiciales y restando valor al debate por la transparencia. La falta de una postura clara, ética y comprometida mina la credibilidad de una fuerza política que llegó al poder con la promesa de “hacer las cosas distintas”.

La ciudadanía observa con desilusión y creciente escepticismo. La oportunidad de aprobar una ley que cerraba la puerta a la corrupción institucional fue desperdiciada. Y lo más grave es que no fue por falta de votos, sino por falta de voluntad.

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