COP30 culmina con un acuerdo debilitado que evita mencionar a los combustibles fósiles y divide a la comunidad internacional

GeneralHace 3 horas
COP30

La COP30, celebrada en Belém, Brasil, será recordada no por los avances climáticos sino por la incapacidad del sistema multilateral para alcanzar consensos frente a una crisis que avanza más rápido que la política. La omisión explícita de los combustibles fósiles en el documento final revela el peso que aún detentan las economías petroleras y el creciente debilitamiento del espacio diplomático frente a intereses energéticos globales.

Las negociaciones climáticas globales de la COP30, realizadas en Belém, Brasil, finalizaron con un acuerdo debilitado y criticado por no mencionar de manera explícita a los combustibles fósiles, responsables principales del calentamiento global. Para muchos diplomáticos, el documento representó un triunfo para productores de petróleo como Arabia Saudita y Rusia, que resistieron cualquier señalamiento directo a la industria energética. Las discusiones estuvieron al borde del colapso, pero se destrabaron tras una serie de reuniones de último momento. El acuerdo final incluye advertencias generales sobre los peligros de la inacción climática, pero no establece un plan concreto para la transición energética que muchos países exigen con urgencia.

Aproximadamente 80 países, entre ellos la mayoría de europeos y varias naciones latinoamericanas, pidieron un compromiso firme para abandonar progresivamente los combustibles fósiles. Sin embargo, las grandes economías fuera de Europa —incluyendo China y varias potencias petroleras— evitaron respaldar esa iniciativa. El anfitrión del evento, Brasil, intentó salvar la cumbre anunciando que liderará un esfuerzo político independiente para promover planes de transición energética y protección de bosques, aunque sin poder vinculante.

La sesión de cierre estuvo marcada por protestas diplomáticas de la Unión Europea, Panamá y Colombia, que denunciaron el documento por “ignorar la ciencia” y desoír las advertencias de los países más vulnerables. Estados Unidos, bajo el gobierno de Donald Trump, no asistió por primera vez en 30 años, lo que redujo la presión internacional sobre economías de alto nivel de emisiones, especialmente China y Arabia Saudita.

El documento también deja gusto amargo para el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, que buscaba una hoja de ruta global para abandonar los combustibles fósiles y mayor financiamiento para su programa de protección de bosques. Su iniciativa logró apenas una fracción de los fondos esperados. En medio de un clima político dividido y una organización logística complicada, la cumbre cerró sin avances significativos frente a una emergencia climática que continúa intensificándose: el planeta ya se ha calentado 1,3°C, y la ONU estima que, bajo las políticas actuales, la temperatura podría aumentar 2,8°C hacia fin de siglo.

Un pacto mínimo para un problema máximo
La ausencia de Estados Unidos —que bajo Donald Trump retomó la defensa del desarrollo fósil— dejó un vacío que ninguna potencia quiso ocupar. China evitó liderar, Arabia Saudita y Rusia bloquearon cualquier referencia a petróleo y gas, y muchos países en desarrollo reclamaron financiamiento antes de comprometerse a recortes de emisiones.
El resultado fue un texto que advierte pero no transforma, un resumen diplomático de un desacuerdo profundo.

Brasil llegó a la cumbre con ambiciones: frenar la deforestación, impulsar un fondo climático y lograr que el mundo retome una ruta clara hacia el abandono de los combustibles fósiles. Nada de eso ocurrió con la fuerza esperada. La región quedó partida entre países que exigen acción climática urgente (como Colombia) y otros que priorizan su desarrollo energético.

La postura del presidente argentino Javier Milei
La posición del presidente argentino Javier Milei, aunque Argentina no es un actor central en las emisiones globales, añade un componente político adicional al debate climático internacional. Milei ha sostenido reiteradamente que el calentamiento global puede estar sobredimensionado por intereses políticos, que el ambientalismo “colectivista” es utilizado como “excusa para frenar el crecimiento”, y que los países deben poder explotar sus recursos sin condicionamientos internacionales. En ese sentido, su posicionamiento es más cercano al de las naciones petroleras que frenaron la inclusión de combustibles fósiles en la COP30. Según asesores cercanos, el presidente considera que una transición rápida podría perjudicar la explotación de Vaca Muerta, uno de los mayores yacimientos de shale del mundo, al que él define como motor estratégico para el desarrollo argentino.

Si bien Milei no asistió a la cumbre, su gobierno apoyó públicamente la idea de que “cada país debe decidir su matriz energética sin imposiciones ideológicas”, y celebró la ausencia de compromisos obligatorios. La Cancillería argentina señaló en declaraciones recientes que la prioridad del país es promover inversiones energéticas, incluso en petróleo y gas, hasta que la tecnología “haga viable una transición espontánea impulsada por el mercado”. Su postura coincide parcialmente con la de Estados Unidos bajo Trump: ambas administraciones niegan que los organismos internacionales deban fijar límites rígidos a los hidrocarburos.

Una señal preocupante

Para los países más vulnerables —islas del Pacífico, África oriental, el Caribe— la COP30 fue una derrota. Sin financiamiento suficiente ni metas claras, siguen enfrentando un aumento de amenazas climáticas: inundaciones, sequías extremas y eventos meteorológicos cada vez más frecuentes. Para los científicos, el mensaje es claro: no se puede frenar el calentamiento global sin recortar el uso de combustibles fósiles, pero el sistema internacional aún no encuentra el modo de conciliar intereses económicos, políticos y de supervivencia.

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