
Tensión interna en el Gobierno: el respaldo de EE.UU. contrasta con un oficialismo cruzado por disputas internas
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La interna en el Gobierno nacional atraviesa su momento más crítico desde el inicio de la gestión libertaria, mientras se multiplican los reclamos para que el presidente Javier Milei intervenga y ordene los cortocircuitos entre los principales espacios del poder. En este escenario de tensión, la Casa Rosada recibió un respaldo estratégico por parte de Estados Unidos, que llegó en medio de una corrida cambiaria y negociaciones contrarreloj para evitar un deterioro mayor en los mercados.
Durante los últimos días, el Banco Central vendió más de 1.000 millones de dólares y la apertura del mercado del lunes anticipaba un panorama adverso. La posibilidad de una intervención de emergencia fue despejada recién cuando la Casa Blanca habilitó un esquema de apoyo financiero, con gestiones que involucraron a funcionarios económicos, asesores presidenciales e interlocutores con el Partido Republicano y el entorno de Donald Trump.
El domingo por la noche se desarrolló una cumbre clave en el Palacio de Hacienda. El ministro Luis Caputo, junto a José Luis Daza y Santiago Bausilli, lideró las conversaciones con Scott Bessent. También participó el asesor presidencial Santiago Caputo, quien mantuvo líneas de negociación dentro y fuera del país. El giro determinante llegó desde Washington: se pidió un informe urgente sobre cómo podría quedar conformado el Congreso después de las elecciones legislativas de octubre. El mensaje fue directo: la gobernabilidad política es tan importante como el orden económico.
Estados Unidos puso sobre la mesa la posibilidad de un respaldo financiero de hasta 20.000 millones de dólares, con la mirada puesta en sectores estratégicos y el desplazamiento de la influencia china. Uno de los objetivos sería utilizar parte de esos fondos para cancelar el swap con Beijing. Sin embargo, tres fuentes involucradas en la negociación coincidieron en que el único pedido claro por parte de la Casa Blanca fue explícito: “mayor control político en el Congreso”.
El propio Caputo lo admitió durante una entrevista televisiva: “Scott Bessent me dijo que trabajemos en la gobernabilidad”. A esta definición se suma un diagnóstico compartido en distintas áreas del oficialismo: La Libertad Avanza no tendrá por sí sola los votos suficientes para aprobar las reformas de segunda generación que el Presidente prevé impulsar tras octubre. Se barajan estrategias para construir acuerdos con entre 12 y 16 gobernadores y avanzar en entendimientos legislativos con sectores opositores. No se trataría de alianzas formales, sino de consensos puntuales para viabilizar reformas clave.
El frente interno, el problema más urgente
Mientras se exploran acuerdos hacia afuera, las diferencias dentro del propio oficialismo escalonaron al máximo. Dirigentes de la mesa chica reclaman que Milei ordene las responsabilidades y establezca una cadena de mando clara para negociar con gobernadores, bloques legislativos y aliados políticos. Las tensiones se concentran especialmente entre los sectores identificados como “karinismo” —el núcleo que responde a Karina Milei— y el “caputismo”, encabezado por el ministro de Economía y sus armadores. Hay acusaciones cruzadas por la falta de resultados en el Congreso, errores en la estrategia partidaria y fisuras que traban el diálogo con aliados potenciales.
Uno de los puntos más sensibles es la superposición de interlocuciones políticas: Lisandro Catalán, flamante ministro del Interior, inició contactos con gobernadores bajo el ala de Guillermo Francos; Martín Menem mantiene gestiones legislativas; y Santiago Caputo negocia transversalmente con dirigentes opositores. Desde distintos despachos coinciden en que ese esquema “entorpece, degrada e ineficienta el diálogo”.
En este clima, incluso se discuten los cambios de gabinete que podrían ocurrir tras las elecciones legislativas. Se mencionan las salidas de Mariano Cúneo Libarona y posibles reubicaciones de figuras clave como Patricia Bullrich y Luis Petri. La presidencia de la Cámara de Diputados también es parte del reacomodamiento futuro.
En los pasillos de Balcarce 50, el agotamiento por las disputas internas se vuelve evidente. Algunos dirigentes sostienen que “es preferible una definición fuerte, favorable o no, antes que seguir en la parálisis”. Otros aseguran que el propio Presidente deberá dar un mensaje convocante tras los comicios de octubre, tanto hacia la oposición como hacia su propio espacio. El respaldo internacional alivió el frente externo, pero la señal desde Washington fue clara: sin cohesión política y organización interna, no habrá músculo legislativo ni gobernabilidad duradera.

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