Salud Pública: un sistema abandonado

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Cada lunes, desde la madrugada, decenas de personas hacen fila frente al Policlínico Juan D. Perón. Buscan algo tan básico como un turno con un psicólogo o psiquiatra. La salud mental, en San Luis, es un derecho que muchos no pueden ejercer. En Villa Mercedes, provincia de San Luis, la salud mental pública enfrenta una crisis silenciosa pero profunda. A las cinco de la mañana, cada lunes, comienzan a llegar pacientes al Policlínico Regional Juan Domingo Perón. Algunos vienen de barrios lejanos; otros, incluso, de localidades vecinas. A las siete, la fila ya es inabarcable. Al mediodía, los turnos se han agotado hasta la semana siguiente.

Mientras la demanda crece, la oferta se mantiene estancada. Los consultorios externos no dan abasto y el número de profesionales disponibles resulta insuficiente frente a una población atravesada por la pobreza, la inflación y un contexto económico que agrava los cuadros clínicos.

El Estado ausente
La situación es crítica, y la pregunta inevitable: ¿dónde está el Estado? En un país donde se enseña, desde las aulas universitarias, que el dinero recaudado por impuestos debe destinarse a políticas sociales, ¿por qué la salud mental sigue siendo un privilegio y no un derecho garantizado? Los índices de pobreza en San Luis son alarmantes. La inflación erosiona los ingresos de las familias más vulnerables, obligándolas a recurrir cada vez más al sistema de salud pública. Sin embargo, no hay ampliación de horarios, no se incorporan nuevos profesionales, y los programas de prevención y acompañamiento brillan por su ausencia.

Pacientes crónicos, los más olvidados
Quienes padecen trastornos mentales crónicos son quizás los más perjudicados. Sin seguimiento, sin contención, sin continuidad en los tratamientos, sus cuadros empeoran. Y en muchos casos, su entorno tampoco puede contenerlos. La red de asistencia, si alguna vez existió, hoy está completamente deshilachada. El abandono no es solo institucional: es estructural. La salud mental ha quedado relegada a un plano secundario, cuando no invisible, dentro de las prioridades públicas. Y sin políticas activas ni inversión real, los servicios se deterioran día a día.


Si los recursos existen, si los impuestos se pagan, si la Constitución garantiza el derecho a la salud… ¿por qué la gente debe dormir en la puerta de un hospital para ser atendida? La salud mental en Villa Mercedes no puede esperar más. Porque detrás de cada persona en esa fila interminable hay una historia, una urgencia, una vida que no puede ser postergada.

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