
18 de Mayo 2025
El síndrome del “profesor quemado” o Burnout es un fenómeno que afecta significativamente tanto a los docentes como a los estudiantes, impactando la salud física y emocional del primero y el rendimiento académico del segundo. Este síndrome es resultado de una combinación de factores laborales y emocionales que abordan al docente, convirtiéndose en una fuente de estrés y agotamiento que se manifiesta en varias formas: emocional, comportamental y cognitiva.
Los profesores enfrentan un desgaste emocional y físico que no solo proviene de la carga de trabajo (20 horas semanales de clases), sino de las expectativas externas y las dinámicas con los estudiantes. A la obligación de cumplir con la programación académica, se suman comportamientos desafiantes de los alumnos y una creciente violencia e inseguridad en el entorno escolar. Estas presiones no solo afectan su estado anímico, sino que alteran su capacidad para manejar emociones y relaciones interpersonales.
El burnout se expresa a través de tres dimensiones principales:
Los profesores con este síndrome dejan de disfrutar de lo que anteriormente era su vocación. Algunas de las características más comunes incluyen:
El síndrome del “profesor quemado” no solo afecta al docente, sino que también repercute en el proceso educativo de los estudiantes. La falta de atención y empatía por parte del docente puede resultar en una mala gestión del aprendizaje, dificultando que los alumnos comprendan los contenidos y desarrollen sus habilidades. Además, aquellos estudiantes con dificultades o problemas de aprendizaje, que necesitan más apoyo, se ven aún más desatendidos.
En algunos casos, los docentes tienden a enfocarse más en los estudiantes “mejores”, dejando a los demás en desventaja. Esto crea un ambiente educativo desigual, donde los más vulnerables no reciben la ayuda necesaria. Afortunadamente, el síndrome del profesor quemado es prevenible y tratable. La clave está en la conciencia y en realizar cambios en el enfoque laboral y personal. Algunas estrategias para mitigar sus efectos incluyen:
El burnout es un reto creciente en la educación, pero con la identificación temprana y el apoyo adecuado, es posible prevenirlo y tratarlo. Los docentes deben ser conscientes de su bienestar emocional y físico para ofrecer la mejor enseñanza posible. A su vez, las instituciones educativas deben promover espacios de apoyo emocional y profesional para los maestros, fortaleciendo no solo su salud, sino también el éxito de los estudiantes.