Entre los senderos del aula

La practica docente

ActualidadAyerSergio QuirogaSergio Quiroga
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La práctica docente se despliega como un viaje sin mapa, un caminar entre senderos inciertos donde el horizonte se dibuja a cada paso. No hay fórmulas fijas ni atajos seguros: solo la intuición que brota del alma, la entrega que nace del deseo de transformar, y esa fe serena que mira al porvenir con ojos de esperanza.

Allí, en ese suelo que parece inestable y fértil a la vez, germinan los gestos más pequeños: una mirada que comprende, una palabra que sostiene, un silencio que escucha. La docencia no es oficio de certezas, sino de presencias.

La escuela, entonces, ya no es solo ladrillo y portón, sino abrazo y horizonte. Es refugio en la intemperie, faro donde se ausenta el Estado, puente donde los muros insisten. No es solo institución: es vínculo.

Empatía, equidad, inclusión, compromiso… No como banderas vacías ondeando en discursos lejanos, sino como prácticas cotidianas, como gestos concretos, como decisiones que se renuevan cada día al abrir la puerta del aula. Porque enseñar —como decía Freire— es un acto de amor. Y amar, en esta trinchera de tizas y cuadernos, es comprometerse con la libertad del otro, con su posibilidad de ser, con su derecho a soñar.

Educar no es moldear, sino acompañar. No es imponer respuestas, sino animar a preguntar. Y así, paso a paso, día tras día, en ese ir y venir que no se detiene, la docencia se hace camino. Un camino humano, imperfecto, pero profundamente necesario. Un camino donde no se enseña desde la altura, sino desde el encuentro.

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