

En el marco del Día Mundial del Medio Ambiente, el reconocido investigador y comunicador Sergio Quiroga ofreció una conferencia que no dejó indiferente a nadie. Bajo el título “Ambiente, Comunicacion y Tecnologia Ecologica en el Desarrollo Contemporaneo", su intervención no solo fue un diagnóstico crudo de la crisis ecológica actual, sino también una invitación urgente a repensar la comunicación como una herramienta estratégica y transformadora frente al colapso ambiental, sanitario, social y tecnológico que atraviesa el planeta.
“La figura del intelectual no debe ser un faro solitario, sino una chispa encendida en el yunque social”, afirmó Quiroga al comenzar su exposición, retomando una idea clave de su ensayo homónimo. Su discurso, profundo y crítico, puso en el centro la necesidad de una comunicación ambiental comprometida y éticamente orientada, que logre movilizar conciencias, conectar saberes y articular acciones colectivas ante la emergencia planetaria.
Una crisis ecológica sin precedentes
Quiroga contextualizó su análisis dentro de lo que denominó una “crisis multidimensional sin precedentes”, marcada por fenómenos interrelacionados como el calentamiento global, la deforestación acelerada, el crecimiento descontrolado de la población, el uso masivo de combustibles fósiles y la propagación de enfermedades zoonóticas. Citando estudios recientes, recordó que el planeta está atravesando la Sexta Extinción Masiva, con una pérdida vertiginosa de biodiversidad impulsada por la actividad humana.
“La crisis climática y la pandemia de COVID-19 son dos caras de la misma moneda”, explicó Quiroga. “El deterioro ambiental favorece la migración de especies y, con ello, la aparición de nuevos virus”. Investigaciones como las de Beyer, Manica y Mora (2021) señalan, por ejemplo, que la destrucción del hábitat en Yunnan, China, impulsó el desplazamiento de murciélagos portadores de virus zoonóticos como el SARS-CoV-2.
En esta línea, el investigador enfatizó la urgente necesidad de una acción coordinada entre gobiernos, científicos y ciudadanía global para frenar la degradación ambiental. La deforestación, por ejemplo, no solo impacta el equilibrio climático y la biodiversidad, sino que compromete seriamente la regulación de los ciclos hídricos y la salud del planeta.
Otro de los ejes abordados por Quiroga fue el modelo energético actual, que considera profundamente contradictorio. “Mientras el discurso global promueve energías limpias, el consumo de carbón, gas y petróleo sigue aumentando”, advirtió. Esta paradoja se traduce en una vulneración directa de los compromisos climáticos internacionales, mientras millones de personas aún carecen de acceso básico a la energía. A esto se suma el impacto creciente de las tecnologías digitales, que, aunque celebradas por su rol en la conectividad y la educación durante la pandemia, generan una importante huella ambiental. Desde la fabricación de dispositivos hasta el almacenamiento en la nube, la infraestructura digital intensifica el consumo energético global.
“Un solo teléfono móvil puede emitir el 80 % de su huella de carbono solo en su proceso de producción”, destacó Quiroga, citando datos de Greenpeace. Además, tecnologías emergentes como la inteligencia artificial, el blockchain o el metaverso demandan cantidades exorbitantes de energía. Una transacción con Bitcoin, por ejemplo, puede consumir lo mismo que más de un millón de operaciones con tarjetas de crédito tradicionales. En este contexto, Quiroga identificó una tendencia preocupante: el auge del hiperconsumo como forma simbólica de bienestar en una sociedad marcada por la incertidumbre. Citando a autores como Lipovetsky y Bauman, describió un mundo en el que se consumen bienes, tecnologías y alimentos de forma compulsiva, con graves consecuencias para el medio ambiente y la salud pública.
Uno de los aportes más valiosos de la conferencia fue la reflexión crítica sobre el papel de la comunicación en la crisis ambiental. Para Quiroga, no se trata simplemente de “comunicar bien” el cambio climático, sino de transformar la comunicación en un campo de acción política, cultural y ética.
“La comunicación ambiental ha dejado de ser un canal informativo para convertirse en una herramienta estratégica, disputada por intereses políticos, económicos y tecnológicos”, afirmó. Los enfoques tradicionales centrados en la mera difusión de datos científicos resultan insuficientes si no se acompañan de una construcción crítica de sentido y una movilización colectiva.
Quiroga también advirtió sobre los riesgos de la llamada “urgencia climática” como trampa narrativa. Si el mensaje de inmediatez no está bien contextualizado, puede provocar parálisis, ansiedad o incluso ecofatiga. En este sentido, el ecosistema digital contemporáneo aparece como un arma de doble filo: potencia la circulación de mensajes, pero también fragmenta la atención, trivializa los contenidos y favorece la lógica del espectáculo. “La espectacularización del cambio climático corre el riesgo de vaciarlo de contenido político y ético. Necesitamos narrativas que articulen el rigor científico con el compromiso social, evitando tanto el catastrofismo paralizante como el optimismo vacío”, sostuvo.
Repensar la comunicación en tiempos de crisis
Las redes sociales, los blogs y los canales de video han democratizado la producción de contenidos ambientales, pero también están mediadas por algoritmos que privilegian lo viral y emocional por sobre la profundidad y la complejidad. Quiroga subrayó que, frente a esta realidad, se vuelve indispensable una alfabetización mediática y ecológica que permita a las audiencias comprender, filtrar y utilizar la información de forma crítica. Asimismo, remarcó la importancia de considerar quién comunica, desde dónde y con qué intereses. Las tecnologías digitales, lejos de ser neutras, están condicionadas por lógicas de mercado, vigilancia y control. Por eso, una comunicación ambiental verdaderamente transformadora debe integrar una perspectiva interseccional que contemple las desigualdades sociales, territoriales y climáticas.
“No basta con hablar del clima. Hay que hablar de justicia climática, de distribución de recursos, de acceso a la energía y del derecho a un ambiente sano”, puntualizó. En su visión, la comunicación debe funcionar como un espacio simbólico para la negociación de significados y la construcción de consensos sociales sostenibles.
Gobernanza ambiental y participación ciudadana
La conferencia también abordó el papel de los gobiernos y las instituciones en este nuevo escenario. La pandemia de COVID-19, explicó Quiroga, dejó al descubierto la importancia de los medios públicos y del acceso a información confiable. Sin embargo, también puso en evidencia los riesgos de la desinformación y la sobrecarga informativa, que debilitan el pensamiento crítico y la confianza ciudadana. En este marco, el fortalecimiento de la gobernanza ambiental debe estar basado en la participación ciudadana activa, el acceso equitativo a la información y una gestión pública transparente y responsable. “La ciudadanía no es solo destinataria de mensajes; es un actor clave en la transformación socioambiental”, remarcó.
Una nueva ética comunicacional
Sergio Quiroga cerró su intervención con un llamado a construir una nueva ética comunicacional para el siglo XXI. Una ética que no se limite a informar, sino que inspire, movilice y construya comunidad. Que ponga en diálogo saberes científicos, conocimientos populares, tecnologías responsables y políticas públicas integrales. “Vivimos tiempos de incertidumbre estructural. Pero también de oportunidades históricas para redefinir nuestras formas de vida, consumo, producción y comunicación. La cuestión no es solo cómo nos comunicamos, sino cómo vivimos en común en un planeta en llamas”, concluyó.
En un Día Mundial del Medio Ambiente atravesado por múltiples urgencias, esta reflexion es un llamado a repensar el papel de la comunicación en la construcción de un futuro más justo, sostenible y solidario. Una invitación a encender, desde el anhelo colectivo, nuevas chispas de conciencia y transformación.